EN BLANCO




                 Pum pum…, pum pum…, pum pum…

            Tuve la necesidad de llevar ambas manos al lado izquierdo de mi pecho y apretarlo con fuerza. Si no lo hacía en aquel instante, daba por sentado que quien parecía pedirme auxilio, abandonaría en cualquier momento el lugar que lleva  ocupando diecisiete años dejando un hueco. Y todo porque allí estaba, delante de mí. Esperaba en silencio a que hiciese cualquier movimiento que pudiese convertirse en un error. Error que, después de casi un año seguro de mí mismo, podía cambiar por completo todos mis planes de futuro.

Un sudor incontrolable emanó de mi frente. Gotas brillantes que, al tras luz de aquellos fluorescentes inundando el techo, resbalaban por ella sin pedir permiso siendo detenidas por oscuros filamentos alineados. 

Sentí pánico, no podía moverme, mis pulmones esperaban desesperados que una bocanada de aire llegara hasta ellos aliviándolos. Cerré los ojos esperanzado de que así, todas aquellas sensaciones desaparecieran. Que aquel día se convirtiera en uno como  otro cualquiera vivido con anterioridad, al fin y al cabo, no dejaba de ser como uno de ellos. Pero sin abrirlos aún, notaba su presencia, seguía ahí, al acecho, sin prisas, sabía que él no tenía nada que perder. Al separar los parpados, miré a mí alrededor, me encontraba solo en aquella sala que  pareció duplicarse en tamaño, solo con él, solo los dos. ¿Dónde estaban los demás? Entonces observé el reloj que, colgado de la pared, me indicaba el tiempo como lo había hecho en tantas ocasiones similares. ¡Había pasado media hora! 

Noté como hizo sobresaltarme una mano que se posaba sobre mi hombro derecho. «Tú puedes» oí que me decía una voz que no tuve necesidad de girarme para saber a quién pertenecía. Fue cuando reaccioné y tomé la decisión de enfrentarme a él. Agarré el número de folios que descansaban encima de aquella minúscula mesa llena de garabatos escritos a lápiz poniendo mi mente a trabajar,  comenzando a resolver, la primera prueba de acceso a la universidad que tenía ante mí.

Y es que, a veces, una simple voz conocida aportándote confianza, puede llegar a convertirse en tu héroe. Aquella mano pertenecía a mi tutora. La busqué con la mirada por toda la sala para dedicarle una sonrisa de agradecimiento; sin llegarla a encontrar. Cuando entregué mi examen satisfecho, pregunté por ella. Mi heroína, ese día, nunca llegó a estar presente en aquella aula.



Relato publicado en libro de antologías con tema, "Heroes". Noviembre del 2018. Todos los derechos reservados.



         

2 comentarios:

Copyright © 2013 Lecturas Recomendadas and Blogger Themes.