MAR TRANQUILO



           

    

       Bajo aquella sombrilla de propaganda protegiéndola de unos ardientes rayos de sol, Sara observaba tímida, pero atenta a la vez, a un hombre que jugaba con entusiasmo a hacer castillos de arena con quien pensó debería ser su hijo. Aquel joven que distraía su atención, de vez en cuando alzaba la vista dirigiéndola hacia ella,  y con una leve sonrisa en su rostro, la saludó de manera efusiva incitándole a desviar su mirada avergonzada hacia otro lugar.

Unos jóvenes que parecían haberse escapado de fin de semana, arrancaban sin piedad trozos de sus bocadillos que, con gran apetito, debían estar rellenos con cualquier tipo de embutido por el olor que llegaba a su olfato y no lograba reconocer.

Dirigió su interés hacia el mar, haciendo un breve recorrido sobre él al seguir a una moto acuática que se movía con rapidez y destreza   sorteando las olas, para terminar anclándola de nuevo, sobre aquel desconocido. Esta vez, recibía al pequeño que traía un cubo agarrado del asa, y que, tras la carrera, había vertido gran cantidad del agua que iba a utilizar para  la fosa que habían construido alrededor del castillo. Al darse cuenta que lo miraba, volvió a mover  su brazo de un lado a otro, saludándola de nuevo.

Ahora fue una chica la excusa  para disimular el nerviosismo de Sara. La joven chateaba con su móvil, con una destreza en los dedos que escapaban a su lógica, seguramente para decirle cosas románticas a quien debería ser su pareja por las sonrisas de complicidad que se reflejaban en su rostro.

El hombre, esta vez, cambio el movimiento de su brazo por otro que la invitaba a acercarse hasta él. Sintió como sus mejillas entraban en calor. «¿Será mal educado?, ¡pues no parece que intenta ligar conmigo!». Dijo a la chica que tenía tumbada junto a ella sobre una toalla buscando achicharrarse con el sol. La joven levantó la cabeza examinando con la mirada a quien podía referirse. «¿Quién?». Preguntó. «Aquel que juega a hacer castillos con su hijo junto a la orilla». Señalando  sin importarle  que el hombre se hubiera percatado de que hablaban de él. «Sara, cariño, aquel hombre es tu hijo, y el pequeño, tu nieto».


Sara, tras aquella respuesta se quedó pensativa, permitiendo que su mirada se perdiese en las tranquilas aguas que ofrecía el mar aquel día. «Dame la mano. Vayamos con ellos», dijo la joven.

Relato publicado en libro de antologías. Tema "El mar". Octubre del 2018. Todos los derechos reservados.




   

2 comentarios:

  1. Muy bueno. Crudo y real. Un relato que nos hace reflexionar y que toca la fibra sensible de muchos. Cada vez me sorprendes más y con estas increíbles historias nos incitas a adentrarnos en tus letras que son maravillosas. Felicidades.

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